lunes, 27 de septiembre de 2010

SAMURAI VS. MAQUIAVELO

Hace alrededor de 5 años trabajé en una compañía de telecomunicaciones, era mi primer trabajo formal (ya saben, con horarios fijos, jefe, contrato, sueldo prestaciones de ley... esas cosas que ya no se dan tan seguido). Me iba bien, comencé en un departamento emergente que nadie conocía y que se había sido creado para salvar a 5 operadores de telemarketing del desempleo. El caso es que el dichoso departamento me funcionó como plataforma y sin siquiera planearlo, antes de cumplir un año, había sido integrado a uno de los equipos elite de la empresa, en el área de negocios empresariales, ésto implicaba dejar de ser un trabajador de Adecco para convertirme en un trabajador interno, mejores prestaciones y claro, más responsabilidades. Al poco tiempo, mi jefa me "promovió" a un departamento similar, pero del área de corporativos; de pronto salté de gestionar clientes que facturaban un máximo de 250 mil pesos mensuales a clientes con un tope de facturación de 8 millones mensuales.

Lamentablemente, me topé con que mi nuevo jefe era un inepto, alguien que no sabía cómo funcionaba el sistema y responsable de muchos de los errores que me encargaba de solucionar en mi primer puesto; jamás pudimos entendernos y a los 15 días fuí con mi anterior jefa para darle las gracias y avisarle que estaba a punto de retirarme. Ella me dijo algo que jamás olvidaré: "Yo sabía que no ibas a durar con él, pero te mandé ahí porque eres de mis mejores elementos y pensé que quizá podrías educar a ése, pero no importa, puedo regresarte conmigo y mandar a uno de los otros chicos con él".

No podía creerlo, estaba ofreciendo regresarme mi puesto y enviar a alguno más a la horca, de donde seguramente no regresaría. A pesar de que me estaba yendo bien, yo aún tenía sueños de desarrollarme en mi carrera (Publicista) y el puesto al que me ofrecían regresar estaba ocupado por ingenieros en telecomunicaciones. Le dije: "Alicia, aprecio mucho tu oferta, y es en verdad halagadora, pero yo no pienso quedarme mucho tiempo aquí, y prefiero irme ahora y que alguien que de verdad desea este puesto lo conserve a quedarme por unos seis meses contigo y hacer que alguien reviente". Ella se negó a aceptar mi argumento pero aún así yo me fuí.

Hice lo que hice porque lo consideraba correcto, ético, honesto. Aunque he recibido continuas críticas por mi decisión de aquel entonces.

Hace algunas horas viendo el programa de "The Hell's Kitchen" un reality de cocina, ví a un chico que me recordó a mi. Un joven chef cometió errores durante una prueba que quizá fueron decisivos para que su equipo perdiera. El equipo perdedor, debía nominar a dos integrantes para que se fueran, él se autonominó reconociendo su falla de una forma que yo observé como íntegra, pero el resto de los concursantes como estúpida. El chef Gordon Ramsay (a quien le profeso una honda admiración) lo eligió para que saliera diciendo: "No tenía suficientes ganas de triunfar".

No puedo dejar de sacar ésas palabras de mi cabeza. Si bien reconozco no ser ningún santo, puedo decir que procuro no hacer cosas de las que me pueda avergonzar después. Hace poco más de un año comencé a trabajar en el Bushido, en busca de un mayor crecimiento espiritual. Sin embargo, la mayoría de la gente parece considerar algunas de mis acciones como estúpidas o quizá por Ramsay como una muestra de mediocridad.

Si me hubiera conocido, Maquiavelo seguramente me usaría como un claro ejemplo de lo que no debe hacerse, pues a mí sí me preocupan los medios que uno usa para llegar a un determinado fin. Y aunque quizá jamás logre su altura moral, los samurais son desde hace ya tiempo una clara inspiración para mi.

"No pagues impuestos", "estafa a tus empleados", "soborna para obtener un permiso", "falsifica un documento", "roba a tu empresa", "miéntele a tu mujer", "engaña a tus hijos", "apodérate de tierras invadiéndolas", "altera la báscula", "vende pirata", "trafica influencias", "promete lo que no cumplirás"... Todas parecen técnicas comunes para la obtención del éxito productivo: políticos, traficantes, taxitas piratas, paracaidistas, vendedores ambulantes, traficantes, burócratas corruptos, "ciudadanos" irresponsables, y por ahí un magnate de las ventanitas; todos ellos practicantes en mayor o menos medida de acciones moral, económica o legalmente reprochables, todos ellos beneficiarios sin conciencia de las ventajas obtenidas a través del rompimiento de las reglas. Todos ellos poseedores de un éxito en apariencia barato.

¿Soy acaso un estúpido idealista? ¿Acaso soy un mediocre que no es capaz de tomar lo que "merezco" así tenga que arrebatarlo de aquél que lo tiene en sus manos? ¿El destino de aquellos que buscan justicia, igualdad y respeto al esfuerzo y el trabajo de los demás será siempre ser pisoteados por aquellos que tienen la suficiente crudeza como para salir y cazar a quien se deje ser cazado?

Cada vez lo entiendo menos, y cada vez me asquea más.

martes, 21 de septiembre de 2010

ADAN Y EVA IV

Ayer estuve observando a los animales y me puse a pesar en ti. Las hembras son más tersas, más suaves y más dañinas. Antes de entregarse maltratan al macho, o huyen, se defienden. ¿Por qué? Te he visto a ti también, como las palomas, enardeciéndote cuando yo estoy tranquilo. ¿Es que tu sangre y la mía se encienden a diferentes horas?
Ahora que estás dormida debías responderme. Tu respiración es tranquila y tienes el rostro desatado y los labios abiertos. Podrías decirlo todo sin aflicción, sin risas.
¿Es que somos distintos? ¿No te hicieron, pues, de mi costado, no me dueles?

Cuando estoy en ti, cuando me hago pequeño y me abrazas y me envuelves y te cierras como la flor con el insecto sé algo, sabemos algo. La hembra es siempre más grande, de algún modo.
Nosotros nos salvamos de la muerte. ¿Por qué? Todas las noches nos salvamos. Quedamos juntos, en nuestros brazos, y yo empiezo a crecer como el día.
Algo he de andar buscando en ti, algo mío que tú eres y que no has de darme nunca.
¿Por qué nos separaron? Me haces falta para andar, para ver, como un tercer ojo, como otro pie que sólo yo sé que tuve.

Jaime Sabines
¡Maestro!

miércoles, 8 de septiembre de 2010

LOS SHILANGOS NO SE MIRAN DE FRENTE.

Hace poco fui a tomar una taza de café con una amiga originaria de Chihuahua. La plática no fué nada profundo ni relevante, hablar para pasar el rato y que éste fuera grato. Lo fué.

Ya camino a dejarla en la puerta del hotel donde se hospedaba me confesó que andaba con cierta tentación de venir al Distrito Federal a estudiar.

"El mejor consejo que te puedo dar" - Le dije francamente.

-"Ven, estudia y vete, ya no es un lugar bueno para vivir, y menos si vienes de otro estado, no estás acostumbrada a éstos ritmos".

-"Además me sentiría muy sola" -Confesó.

- ¿Sola porqué? ¡Hasta crees que no vas a conocer a nadie en la ciudad más grande del mundo!

-Es que, los "shilangos" no se miran de frente, en Chihuahua miras a todos con quienes te cruzas, y si te gusta alguno, sonríes, coqueteas pues.

Recordé la canción de Chava Flores "Vámonos al parque Céfira" y cómo tuve que pedirle a mi papá que me la explicara, porque en chilangolandia ya no nos volteamos a ver, quizá por preocupación, desinterés, o por tratar de "no ser descortés" o incomodar a alguien más.

Me sorprendió que en una de las ciudades más pobladas del mundo conocer o ya no digas conocer, coquetear con alguien en la calle sea algo virtualmente imposible.

¿Qué nos volvió tan fríos? ¿La civilización? ¿La inseguridad? ¿El ritual diario? ¿La casi nula posibilidad de que un encuentro casual se de más de una vez? No lo sé, pero me gusta pensar que soy una excepción. Cuando recuerdo hacerlo, trato de dominar mi timidez y me esfuerzo por sonreír a alguien más. El resultado es tan grato que vale la pena: desconcierto, duda, y tras eso, una sonrisa que no puede ser llamada de otra forma que Franca.

Me pregunto si algún día, alguien me hará dudar a mí antes de sonreír también.

viernes, 3 de septiembre de 2010