Ayer, tuve una aventura que me tomó completamente desprevenido. Después de varios meses, por fin empaté tiempos con una amiga mía, con quien había postfechado el cafecito por distintos compromisos, propuse una cafetería Ubicada en la calle de Tonalá, entre Tlaxcala y Aguascalientes, en la colonia Roma, no me pregunten en nombre, no lo sé.
El lugar me agrada mucho, tiene ése aire que solía tener la casa de tu abuelo, lleno de libros a la venta y artículos decorativos que bien te puedes encontrar en el tianguis de la lagunilla o con un poco de suerte, en el corredor de arte de Álvaro Obregón. Me gusta además porque siempre es tranquilo, nunca me he topado con más de 3 mesas ocupadas al llegar y generalmente me voy cuando soy el último que queda por pagar la cuenta, pequeño despistado, sumido en algún viejo libro que no se enteró cuándo se fueron los demás parroquianos.
Pues bien, llegué con mi amiga a eso de las 8:30, y el lugar era justo el que les describí, sin embargo, después de un par de capuchinos el lugar comenzó a llenarse con personas muy peculiares, ése tipo de jóvenes medio hippies que sabes que te encontrarás en el centro de Coyoacán, pero no precisamente en la Roma, chanclas, huaraches, morrales, peinados o “despeinados” al más puro estilo cheguevarista. – Aquí pasa algo – concluí suspicazmente ja ja ja.
Pues si, después de unos 20 minutos, el lugar estaba completamente abarrotado, y poco tardamos en enterarnos, por medio de los murmullos que llenaban el lugar, que “Las poetas del megáfono” organizaban cada Martes un círculo de poesía en ése café. El tema de ése día: “Ser o no ser”.
El inicio del círculo no podía haber sido más irónico, pues “Soraya” (creo que así se llamaba), nos sorprendió tocando unas melodías de su propia composición, lo extraño aquí es que por cómo sonaba la guitarra y por la forma en que azotaba las cuerdas arrítmicamente con sus dedos indisciplinados, podías darte cuenta que no era músico, y seguramente tampoco cantante, ser o no ser… interesante tema.
Durante el resto del círculo, desfilaron ante mis ojos los personajes más variados, pero aún más valioso, las palabras que inundaron mi cabeza de pensamientos, ideas y sensaciones, algunas arrastrándose siseantes como el humo del cigarro que poco a poco inundaba el lugar, otras más estableciendo un nido en el terreno mohoso y húmedo de mi inconsciente y las últimas volando tan rápido y alto que, antes que pudiera asirlas, apenas me daban tiempo de sentir la caricia de su aleteo un momento antes de desaparecer, seguidas de otras 5, 6, 7, 8 que pasaron sin dejar siquiera rastro, dejándome atónito ante su belleza y mi incapacidad de volar tan alto.
Un encuentro inesperado, inspirado, atrapado entre las sillas de los permanentes voluntarios. Una copa de vino ¿Porqué no? En el borde de mi copa, un beso depositado; en otro lugar, en otro momento, motivo de queja, ahora, puerta al ensueño; cada sorbo, un dulce beso. El lamento desesperado de una guitarra que se desgarra al pasar de ella las garras, palabras regadas, acertadas, extraviadas, encontradas, inspiradas, algunas inventadas.
Hormigas, bolas de billar, pupilas, violonchelos y recuerdos rotos, como las hojas rotas, como los focos rotos, lanzados desde un cuarto piso porque es de noche. Porque no quiero joyas ni relojes, porque no quiero ser burócrata con dinero, porque lo único que quiero que oigas es que me muero por decir… te quiero.