lunes, 2 de abril de 2018

LA CASA VOLADORA

Esta noche me pasó algo extraordinario, entré a la que fue mi casa durante años, o creí que lo era, una ilusión y un fantasma. Todo fue tan confuso.

Comenzaré desde el inicio.

Desperté a la mitad de la noche con urgencia de vomitar. Solté todo lo que había cenado previamente, la sensación de ardor en mi garganta era intensa. Bebí un poco de agua y me fui a dormir.

Desperté varias veces en la noche, ahora con urgencia de leche ahora quería un té. No recuerdo si me preparé el té o no.

A la mañana siguiente, desperté mareado, un poco desorientado y débil. Decidí no ir a trabajar. Estaba enjuagándome la cara en el baño cuando me avisaron que una vecina iba a entrar a mi casa para saltarse a la suya. Cuando fui a abrir, había tres señoras gordas platicando sobre mi barra. Increíblemente, a pesar de mi celo a mi espacio personal, no me "importó" mucho, sentía que era algo así como inevitable.

Ellas le abrieron la puerta a la vecina que quería saltarse. (es raro, es la primera vez que alguien nos pide ése favor) - pensé.

Subí a mi azotea sin darme cuenta de que la señora no me seguía. Se había metido al baño. La esperé y le informé de mi disgusto. Ella se mostró un poco... sorprendida del hecho.

Llegamos a la parte de arriba y me encontré con mi casa, no la que está en la azotea, la casa que cuidé durante años. Pero se veía distinta.

Recuerdo haber estado ahí cuando era nueva, recuerdo algunas de las habitaciones, el olor a obra negra, e incluso un par de trampas y pasadisos que te servían para subir. Si no conocías las trampas era imposible llegar a la azotea, estaban escondidas.

Recuerdo también que de pronto, mientras la casa estaba en obra negra, algunos vagos de azotea solían meterse a refugiarse ahí. Recuerdo que los corrí de mi propiedad varias veces. Y ésta vez uno de ellos salió a recibirme. Se veía como mi casa, pero no era mi casa.

Había partes de madera en lo que era concreto, y se caía a pedazos. Pero no me dió tristeza. Di un vistazo al interior, y el interior se veía perfecto, sin muebles, pero los pisos y paredes tal como los recordaba.

Entonces caí en cuenta de que uno de los mariguanos de azotea estaba habitando mi casa y que tenía que darle acceso a la vecina a la azotea para que llegara a su propiedad, pero la vecina había desaparecido.

El mariguano se disculpó conmigo, me se excusó diciendo que hacía un año que lo habían corrido y tenía un año viviendo ahí, en mi casa, que está en mi azotea y no está, porque no es la azotea, es mi casa.

Entré con él y el escenario era grotesco. Había arroz preparado dentro de zapatos de payaso en la cocina, comida en el suelo y escuchaba ladrar a los perros que ahí había dejado y tenía meses sin alimentar. Por lo menos agradecí que los hubiera alimentado él.

el comedor no era mejor, otro zapato de payaso guardaba una rebanada de pastel y había pedazos de frituras aquí y allá.

Me enojé por las condiciones en cómo tenía mi casa, mi hogar, lleno de hormigas gigantes, y nidos de araña e incluso ranas.

Le dije que lo iba a desalojar, no iba a permitir que las plagas bajaran a mi casa, espera, ésta es mi casa, recuerdo haber recorrido decenas de veces todos los pasadisos y las trampas, y la ventana de burbuja, y haber encontrado el pasadiso secreto a la azotea.

¿Qué está pasando?

Entré a la recámara secundaria y vi una cama bien puesta y una habitación limpia. Eso me satisfizo. Quizá le podría dar chance de que se quedara si mantenía el lugar limpio.

Cuando entré a la habitación que había sido de ella y míos, la debilidad me invadió. No fue algo emocional, sólo perdí fuerzas y caí de rodillas. No sé con quién compartí la habitación, o si alguna vez la compartí. Pero era un lugar importante.

Salí de la habitación y noté como pedazos de pared se habían desprendido y exhibían madera vieja y podrida debajo.

-Esta no es mi casa -Me di cuenta de pronto.

-Esta es una trampa, una prisión, un laberinto y el mariguano, un saltador de azoteas, viviendo en los despojos de un lugar que hace mucho no procuro.

No recuerdo hace cuánto tiempo dejé de alimentar a los perros. Ni siquiera recuerdo a los perros, pero recuerdo haber cuidado y protegido aquella ilusión.

Salí de la casa y regresé a mi azotea, sudando. Me espojé de mi camisa y dejé mi torso tatuado desnudo. Tomé los cimientos del fantasma con mis manos y la levanté, y una vez que ya no estaba tocando mi casa, le prendí fuego.

La madera ardía, pero ahora era hogar de otro, que la protegía a su vez, y las llamas no perpetuaban.

Entonces me di cuenta de que una cuerda ataba los cimientos de la casa a mi, pero no estaba enredada a mi cintura, sino que la cuerda nacía de mi ombligo.

Corté la cuerda, el marihuano, el saltador de azoteas, supo entonces que aquel lugar sería suyo, y se despidió de mi mientras la casa se alejaba flotando.

Yo sólo lo vi partir un momento, mientras mi cuerpo temblaba, impresionado.

De pronto desperté de nuevo en la primera noche, la noche del vómito, la noche que tomé agua, un vaso de leche y no recuerdo si bebí té.

Estaba empapado en sudor, y mi cuerpo dolía, y se sentía agotado.

No quiero terminar de entender lo que sucedió esta noche. Pero creo haber ganado una de las batallas más importantes de mi vida.