Creo que nunca he mencionado aquí, que soy un peleador, o lo fui. Creo que una vez que lo eres, no dejas de serlo nunca. Pero en mis crisis de ira adolescente, peleé mucho, sin sentido, sólo para hacer pagar a otros lo que me dolía a mi.
Después de un tiempo, comprendí que pelear así no tenía sentido ni propósito, al menos que quisieras arriesgar tu integridad por un mero coraje, un capricho. Sin embargo, nunca dejas de ser un peleador. En mi mente, con frecuencia hay "peleas imaginarias", donde tengo que resolver de una forma u otra, alguna situación hipotética; Voy y vengo entre escenarios hasta encontrar una solución que me satisface, luego, la practico en soledad; una, dos, 15, 30 veces, las que sean necesarias, hasta que siento que está en mi memoria corporal.
Después de años sin pelear, estuve en un curso de sanación, digamos. Hubo dos dinámicas ahí que vienen al caso; La primera golpear a un dummie que sostenía un compañero. Mi compañero pesaba alrededor de 15 kilos más que yo, y aún así lo hice retroceder hasta llegar a la pared. La segunda dinámica, era entrar a un circulo con los compañeros alrededor sosteniendo cojines para que golpearas; yo no quería hacer la dinámica, porque sabía que podía terminar mal. Pero la insistencia fue demasiada y solo pensé "agárrense bien y aguanten". A los dos minutos de iniciado mi turno, escuché unos silbatos, los demás monitores detuvieron su actividad y fueron a apoyar a "mi círculo". Yo me convertí en una bestia de 64 kilos imparable, entraba con tal fuerza y velocidad que el círculo se abría, y entraba de nuevo a él sólo para volverlo a abrir y seguir golpeando. Saqué mucha de mi furia ése día. Tras la sesión, el monitor nos felicitó a todos he hizo una mención especial para mi "Espero nunca estar frente a César cuando esté enojado".
Hace unos años, tuve un encuentro fortuito con una peleadora de karate, cinta negra. Algo oxidada, pero peleadora entrenada (yo sólo tuve entrenamiento en lima lama por 6 meses, de lo cual no recuerdo nada) y jugando, nos retamos a una pelea. Duró 7 o 9 segundos. Fue veloz y brutal. Nadie salió dañado, pero yo noté una fuerza y velocidad a las que nunca me había enfrentado y ella notó una versatilidad y una luz roja a la que no quiso enfrentar, y paró la pelea.
He aprendido mucho de mi a su lado, nos hemos enfrentado varias veces e incluso me mostró la kata básica de su disciplina, hemos hablado mucho al respecto y entiendo que los peleadores nos regimos por elementos. Ella, como buena karateka, es tierra, es firme, dura y poderosa, y a la vez, veloz, y contundente. Yo, soy agua, me adapto, cambio los estilos de pelea tomando lo que he tomado de aquí y allá, impredecible, veloz y fuerte.
¿Y el italiano?
Me visitó en un sueño, era un espadachín, pero también un peleador. Y me dio una noche de entrenamiento. Me enseñó que la parte más poderosa de ser un peleador de agua, es el mar. "Tienes que usar su fuerza y tomarla, y luego empujar con su misma fuerza, como las olas" me dijo. Me derribó tantas veces que no las pude contar, me usó como un pequeño trapo, pero entendí. Ahora dedico algunas horas al día par incorporar sus enseñanzas a mi propio estilo. Un estilo único, creado por mi, para mi. Que crece ya no con la intención de dañar a nadie, pero es un pequeño secreto que me apasiona. La pelea, ya no con ira, ya no con la intención de dañar a nadie, sólo por ser mejor peleador aunque no pelee nunca más.
Quizá fuera sólo un sueño, quizá soy muy afortunado de que alguien del pasado viera mi potencial y viniera a darme una lección. Pero estoy seguro de una cosa.
No me quieres ver enfadado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario