Me convertí en una sombra, fugaz a la luz, compensando con frío el calor. Intocable, inaccesible, tan fugaz como presente, soy así.
Nadie podrá comprobar que existí, pero ciertamente, ésos ojos jamás podrán negarme. Se murieron los testigos, lo hicimos bien.
Y mientras camino en la mañana fría y nublada, cubierto más por bruma blanca que por luz y sombras me doy cuenta de que siempre fue así, siempre lo quise, siempre lo hicimos así.
¿Qué más dá? Hoy No soy luz, ni sombra; no soy frío ni calor, soy sólo yo; caminante, a veces, vagabundo, que busca en otros ojos la mirada, en otros brazos el consuelo, en otros senos la guarida, en otra historia, un reencuentro.
No me duele nada, ni el corazón, ni los labios secos, ni el alma solitaria. No me duelen los ojos que no te ven, ni las manos que no te aferran. No es dolor, es lástima lo que siento.
se lee serenidad. oajala mano encuentres esos ojos
ResponderEliminarÉsos ojos se perdieron en la bruma, hace mucho tiempo. Y la bruma me enseñó muchas de las cosas acerca de lo que llamamos inmaterial.
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