¿Cuánto vale que te vayas de mi vida?
¿Una lágrima, diez, un río quizá?
O quizá tu ego necesita carne,
Puedo caminar descalzo desde aquí
hasta el lugar donde te di el último beso,
Si acaso es necesario el acto.
¿no?
¿Y qué tal si callo mi voz y mis letras,
y no vuelvo a escribir de nuevo?
No, espera, eso ya lo intenté.
Que tal si sólo te vuelves un pequeño pañuelo
como el que me diste la última vez, con un hilo suelto
y cada vez que ponga una letra en el papel, ir tirando de él
hasta que por fin, en un momento perfecto, te desvanezcas.
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