viernes, 19 de noviembre de 2010

GENERACIÓN PARTIDA

Soy miembro de una generación partida por la mitad. Sucedáneos de la generación "X" y precursores de los Emos, vivimos apenas un instante que considero apenas perceptible para muchos.

Tuve una niñez afortunada, así la considero. Temprano aprendí a jugar con la imaginación, armando historias con muñecos caretes de cualquier tipo de articulación. Improvisar cualquier guante para trastes y algunas chinchetas se convertían en el mejor guante de Leon O y experimentar con shampoos, detergentes y jabones para obtener la mejor mezcla para hacer pompas de jabón eran entretenimientos e ingenios frecuentes.

Jugué al trompo, al yo-yo, matatena y canicas, burro castigado, burro 16, resorte, coleadas, avioncito y stop. Solía salir en bicicleta con mi primo para perdernos durante horas pedaleando en el bosque. Conocí el sabor de la tierra, del lodo y de la sangre, me rompí un hueso, también se lo rompí a alguien, fabriqué cometas y tracé enormes carreteritas llenas de trampas curvas y retos con un pedacito de gis. Hice patitos con piedras en charcas, me bañé desnudo en un arroyo, me perdí en un cerro e imaginé ser piloto al introducirme en los restos de una avioneta en medio de un sembradío de maíz. Aprendí a andar en bicicleta, patines, patines del diablo (hoy conocidos como skooters), a impulsarme en la patineta (no aprendí más) y sucumbí ante el canguro. Usé zancos hechos con latas y cuerdas, usé sonajas de botellas pintadas y chaparritas e incluso un pandero fabricado con maderas y corcholatas. Aprendí a hacer tirafichas y mataperros y mi cuerpo fue flagelado por madera, vidrio y metal.

En pocas palabras, mi niñez no fué tan diferente a la que tuvieron mis antecesores, pero algo pasó. Se inventaron los microchips y las computadoras personales y a la edad de 16 años me vi sentado ante ése extraño aparato temiendo apretar alguna de las teclas (F#) y hacer que se autodestruyera. (Se trataba de Windows 3.11, una versión que tenía que ser iniciada desde MS DOS) El mismo pánico observo yo cuando veo a mis padres o tíos sentados frente a una computadora. Sin embargo, a mi corta edad, mis capacidades de aprendizaje aún eran de lo más frescas y poco a poco fui dominando el chistesito.

Se daba un mezcla muy extraña entre el la búsqueda bibliográfica, danzando entre bibliotecas, ficheros y hemerotecas, las enormes facturas de fotocopiadoras que eran silenciosas cómplices facilitándonos el estudio y el resumen posterior; y luego vaciar los resúmenes en el procesador de textos y diseñar nuestras primeras presentaciones para proyecciones en el cañón.

Vi el nacimiento de los primeros buscadores: Altavista, El Sitio, Terra, aún arcaicos y necesitaban el uso de símbolos para hacer una búsqueda eficaz. Paralelamente, descubrí y disfruté también del Nintendo, el Súper Nintendo y el N64, el Game Cube, el Play Station y el Xbox.

Mis antecesores dominaron el sudor, el esfuerzo y la analogía. Mis sucesores nacieron apretando botones y un computador es tan natural para ellos que la vida es inconcebible sin ellos.

Yo, y algunos pocos millones más, somos miembros de una generación partida. Alejados ya de los procesos análogos, y no completamente inmersos en los new digital. Podría adherirle aquí el toque fatalista argumentando una falta de identidad o de inmersión total con la vida diaria, pero no. Siento que nuestra generación se benefició de ambos aspectos, conocemos el papel y los bits, los trompos y los controles de videojuegos, el mundo quinético y el digital.

¿Qué ventajas nos pueden dar éstos conocimientos? Nos toca demostrarlo ahora.

2 comentarios:

  1. Yo convertía mi bici en moto con tan sólo colocar un bote de frutsi en la llanta trasera... ¡¡¡Qué chidos recuerdos!!!... Fuimos muy afortunados.

    Una infancia llena de inocencia, convivencia y sonrisas... Hoy por hoy difícilmente socializas sin pertenecer a alguna red social o sin la ayuda de la tecnología y los niños ya no sonríe como antes ;(

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  2. ¡Claro lo de la bici! Era súper cansado pedalearle, pero sentir que traías una moto, no tenía precio.

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