Ayer, como ya se me está haciendo una costumbre, fui al “Café del teatro” (por fin me aprendí el nombre) a escuchar a las poetas del megáfono, el tema: Los gatos.
Mi acompañante de ésta noche: Kiffis, una gran amiga que, para mi fortuna, trabaja a cuadra y media del café, así que el “paso por ti” se simplifica sobremanera. Llegamos ya un poco tarde a la cita y nos encontramos que había más gente que nunca, alrededor de 50 personas ya abarrotaban el lugar, y seguían llegando. Mmmm elegí mal día para leer por primera vez.
El martes anterior, tras mi semanal terapia de poesía, llegué a casa con poco más que gatos en la cabeza, gatos de colores, que me veían, que caminaban, gatos de diferentes tamaños que maullaban, que me seguían, que me embrujaban, gatos grises y azules, gatos hijos, gatos primos, gatos padres, gatoma… -¡ya wey! ¡duérmete!- Me decía a mi mismo mientras trataba de dormir con un gato ronroneando en mi cuello, con otro lamiéndome la oreja y uno más rasguñándome la espalda… -¡esto es una locura, pero si me va a dejar dormir…!-
Hace años que dejé de escribir poesía, más aún, toda la poesía que había escrito era de un género romántico, incluso meloso, pero ahí estaba yo, gateando las palabras que, inrreverentes se desbordaban de la pluma empujadas por otras que las seguían, que se conformaban en mi cabeza al tiempo que otras se vaciaban. Terminé y los gatos, ahora dormidos en el papel, me dejaron dormir a mi.
Y ahí estaba yo, después de pensar, y revisar, y releer, y repensar… con mi poema en un fólder, dando mi nombre (ohtokani, por supuesto) para la lista de lectores de ésa noche.
Varias de las poetas se manifestaron nerviosas e incluso Eva se abstuvo de su papel de presentadora; refugiada, cual infante, bajo su enorme melena llena de riza amolinada en un sillón, al fondo del patio. La verdad es que si Eva estaba nerviosa, lo mío era algo que no tenía nombre. Poco escuchaba de los poemas que se leían, mi nerviosismo iba en aumento y la cerveza no parecía hacer ningún efecto. A poco estuve de echarme para atrás, pero fue justamente Nicole, una de mis favoritas, quien me presentó como: Ohtokani, un asíduo visitante a las poetas que hoy, leerá por primera vez… Comprometido así como estaba, subí y leí en ése foro que tanto me ha impresionado.
Ya después de descender pude asimilar que el mejor maestro de historia quehe tenido es padre de uno de mis lectores favoritos: “Emiliano”; que otra amiga que juró llegar, no llegó; que la cerveza comenzaba a hacer más efecto en mis riñones que en mi cabeza; que Nicole y David anunciaban su retiro del foro; que llovía, y que desde la calle, tan irónico como se lo imaginan, un gato me miraba.
El nuevo tema para el próximo martes: miel, anoche sí pude dormir, definitivamente la miel, con todo y que es pegajosa, no es tan latosa como los gatos.
Quizá debiste haber recordado tu entrada anterior (nomás para agarrar valor).
ResponderEliminarFelicidades por tu regreso a la poesía.
Los gatos no son tan malos...