lunes, 5 de septiembre de 2011

LA PREOCUPACIÓN DE UNO BAJO LA LLUVIA

La preocupación de uno bajo la lluvia en la noche es la luz del carro y los frenos. Con los frenos mojados es inminente el choque, el atropello, la propia muerte. Pero uno sigue sin detenerse, sin disminuir la velocidad, solamente preocupado de lo previsto. En el fondo se siente que es como la preocupación de la vida, y que es imposible detenerse el ía lunes o el martes porque la muerte esté esperándonos el sábado.

En la carretera, como en el tiempo, uno se complace de la eficacia de los parabrisas que barren el agua hacia los lados y alargan la mirada prodigiosamente. ¡Qué grato es el ronroneo del motor, su ruido calinte y amistoso! Nadie se siente solo si se pone a oír el moror: es más humano que la voz del locutor en el radio, mucho más que las canciones y los anuncios.

De pronto descubro que soy una gente civilizada y que me gusta la lluvia alrededor de mí, sin mojarme. Y no siento nostalgia del niño que se desnudaba y salía a brincar al patio bajo el aguacero. A los treinta y cuatro años me resfrío con facilidad, y creo que mi alma también prefiere los tragos calientes, la viejecita.

¡La pobre vieja! ¡Qué estúpido! Si mi alma existiera me acostaría con ella esta noche hasta emputecerla, para que mañana viera el día con vergüenza. No me gusta ser tan civilizado como este que habló hace un momento de "su alma"


Jaime  Sabines.

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