domingo, 24 de abril de 2011

LAS MÁSCARAS QUE TODOS USAMOS

Es curioso cómo funciona nuestro cerebro y cómo desarrolla conductas de adaptación que nos permiten sobrevivir a nuestro entorno. En ocasiones, los mecanismos que desarrollan éstas conductas son aún un poco rústicos y pueden desenvolver situaciones que no necesariamente nos benefician.

Aquí un ejemplo.

Cuando tenía 11 años, reflexioné sobre algo que marcaría mi vida durante un largo periodo: "Mi personalidad aún está en etapa de conformación, por tanto, puedo decidir qué tipo de persona quiero ser, y si me convierto en el tipo ideal que las chicas prefieren, seguro tendré mucho mayores posibilidades de éxito"

En ése momento sonaba como toda una revelación y tenía todo para llevar a cabo mi plan. Siempre fui mucho más allegado a las chicas que a los chicos, por lo que realizar una encuesta sería sumamente simple.

Tras realizar varias entrevistas y sondeos de opinión, descubrí que había tres características constantes que las mujeres aprecian en los varones. (al menos las de mi generación)

CABALLEROSIDAD
ATENCIÓN A LOS DETALLES
ROMANCE

Desde mi perspectiva, lo único que tenía que hacer era "inclinar" mi comportamiento en plena formación hacia ésos tres puntos y convertirme en el estándar de hombre ideal para cualquier chica.

Al pasar los años, aprendí que la cualidad "Sentido del humor" era el cuarto factor común y lo incluí a mi repertorio de virtudes, aún mas, desarrollé una forma muy discreta de descubrir, a través de la plática lo que una mujer esperaba particularmente de su pareja. Y yo, cual plastilina, modificaba o transformaba mis actitudes para convertirme justo en lo que cada una esperaba.

La verdad es que funcionó. Si bien no me puedo declarar un conquistador empedernido, puedo decir que tuve éxito en la mayoría de mis empresas, una vez que alguna chica me llamaba la atención sólo era cuestión de descubrir lo que quería y realizar los ajustes necesarios, como un camaleón.

Un día, sin embargo, apareció mi Némesis, hice todo como debía, después de años de hacer lo mismo, tenía el ejercicio bien aprendido, salimos durante algunas semanas, durante algunos meses, de hecho durante poco más de dos años, pero no cedía.

En algunas ocasiones me dijo "Es que eres todo lo que siempre he buscando en un hombre, lo juro, pero no sé... hay algo que no pasa".

Yo entendía que estaba en el camino correcto, y que sólo tenía que esforzarme un poco más, "ya pronto caerá" me repetía constantemente. Por supuesto que yo estaba estúpidamente enamorado y cuando por fin, cuando después de 2 años y medio me dio el esperado "Sí", no me di cuenta de que ella lo hizo sólo porque era justo, sólo porque "me lo había ganado". Me tomó una semana darme cuenta de éso. Ella no me amaba, mi sistema había fallado y era peor andar con alguien que no me amaba que recuperar a la amiga con quien salía, y terminamos.

Años después, descubrí que la "mecánica" a través de la cual me relacionaba tenía origen en mi niñez. Yo creía que debía merecerme el amor de los demás. Que no era merecedor de que me amaran sólo por ser quien era, por lo tanto, debía hacer cierto tipo de "méritos" que me hicieran merecedor de dicho cariño.

A pesar de que mi método funcionaba muchas veces, tiene dos grandes fallas:

1.- La persona a quien engañaba (porque en realidad era un engaño, no me permito usar eufemismos para ésto) perciben, muy en el fondo que algo no está del todo bien, que hay algo no completamente real o auténtico en quien tienen enfrente.

2.- Yo me cansaba de fingir, de pretender ser quien no era para complacer; así que, o tenía una doble vida, una frente a ella, su familia y amigos comunes, y otra muy distinta en la que yo era quien era y donde hacía todo lo que no me permitía mi otra "faceta".

El sistema, que a corto plazo permite una taza de éxito grande, a largo plazo se quiebra y se desmorona porque sus bases no son sólidas, porque carecen de honestidad, ya no digamos con las otras personas, sino con uno mismo.

Creo que muchos somos víctimas de mecanismos similares, en mayor o menor grado. Durante los noviazgos demostramos sólo lo mejor de nosotros mismos y al llegar al matrimonio, la persona que de verdad somos puede reventar la ilusión que creamos. A veces hacemos ésto o aquello por un cierto sentimiento de "deber" de "obligación", hacemos ésto o éso por no decepcionar a tal o cual.

Claro, que vivimos en una sociedad y no podemos eructar a todo volumen en una cita sólo porque nos place. Es verdad que existen ciertas normas de comportamiento, etiqueta y convivencia a las cuales nos debemos atener. Pero también es cierto que tenemos la libertad de ser quienes somos y de hacer lo que queramos (con la consabida condición de no afectar a terceros) y al mismo tiempo ser amados y apreciados.

Claro que ser "auténtico" tiene los efectos secundarios de ser criticados y rechazados por algunos, pero el complacer a todos tiene el precio de no estar a gusto con uno mismo. Quizá el aprender a aceptar y querer lo que eres, no les guste a todos, y no seas capaz de conquistar a quien sea, pero podrás estar seguro también, de que la persona que te acepte así, y te ame así, ama lo que eres, sin apariencias, sin tapujos y sin reservas.

2 comentarios:

  1. Tu entrada me recuerda cuando estudié por primera vez la teroría económica neoclásica. En la última sesión el maestro casi como develando un secreto guardado en un monasterio del siglo XIII nos dijo: todo esto que han aprendido es perfectamente funcional, solo que la realidad no se ajusta a la teoría. Tardé un poco en comprender porque la había tenido que estudiar y aprender.

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  2. En ocasiones, tienes que aprender a equivocarte para entender porqué representa un error.

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