Hoy quiero compartirles una de mis ineptitudes: la de agricultor.
La "buena mano" necesaria para hacer que algo que plantaste germine, crezca y se mantenga, no es una de mis cualidades, y lo supe desde que yo iba en primaria, con el germinadito que a todos nos toca hacer, ése experimento que casi prueba que la generación espontánea existe, porque sólo hay que agregar torundas con agua y esperar. Pues no, a mi no se me dió; y aún recuerdo que mi maestra "Toña" cambió mi frasquito por el suyo, nada más insultante, porque yo era pequeño, pero no idiota y no me iba a tragar eso de que un frijolito que no había hecho más de lo que hubiera hecho una piedra con agua, se hubiera desarrollado hasta ser una planta de cerca de 10 cm. en tan sólo un fin de semana, ni tampoco la historia que se inventó la maestra de que su planta desapareció misteriosamente. ¡Ja!
Mucho tiempo después, con el incidente del germinadito olvidado, me propuse hacerle un jardín a mi mamá, compré tierra, una bolsa de semillas (con instructivo incluído ¿eh?) y sembré una franja de aprox. 15 cm pegada a la pared. Quiero irme por partes, con calma, no vaya a ser que al rato tenga una selva aquí, y qué hago. Pues ni selva, ni estepa, ni pradera, puedo asegurar que en el desierto puedes encontrar más verde que en mi dichosa franjita de pasto. Eso si, un par de semillas germinaron dentro de la bolsa (malditas, sólo querían hacerme quedar mal).
Por ahí de mis 18, alguien me regaló un pequeño bambú, -de lo más fácil- pensé, bolitas de gel, cambio de agua cada tercer día, y san se acabó. Y exactamente fue lo que pasó, después de 3 meses de la misma repetitiva y cumplidísima rutina de cuidado, me di cuenta de que el tallito de mi bambú estaba podrido, y san se acabó.
Hace poco menos de un año. La hermana de una novia que tuve me mostró una pequeña plantita de chícharo que había plantado, yo le pedí que me explicara cómo hacerle, porque sería padre que los dos tuviéramos huertos y hacer concursos y eso (no sé a quién le emocionó más la idea, si a ella o a mi). Su respuesta fue lo más simple: "pues haces un hoyito, pones un chicharito, lo tapas y ya, le pones agua cuando se seque la tierrita" su tono me hizo sentir muuuy estúpido. Total, que fui a mi casa, saqué un chicharito, lo puse en el hoyito y todo lo demás. Pasados 4 días, vi un pequeño retoñito verde saliendo a través de la tierra, no podía creerlo, por fin algo se me había dado. El mundo se me cayó cuando el dichoso retoñito tomó forma de trébol y del chicharito, ni sus luces.
Jamás le dije nada a "la cuñadita", pero ahora el reto era personal, así que volví a los básicos, tomé un frijolito, escogido entre lo mejor que encontré en mi casa, unas torundas, un frasquito y lo puse todo junto. Calculé nivel de humedad y presión, -no lo aprietes demasiado, pero cuida que esté bien cubierto, no lo ahogues con demasiada agua, pero manten el algodón húmedo, no dejes que le de el sol directamente, luz y un poco de calor deben ser suficientes- Pasaron tres semanas de espera inútil hasta que mi mamá tiró el frasco (yo no me atreví).
Mi carrera como agricultor estaba prácticamente terminada, sin haber comenzado en realidad, hasta que descubrí a "mi ajito" (cualquier parecido con la expresión "mi hijito" es mera casualidad, no soy tan cursi). No se cuanto tiempo llevaba en un pequeño recipiente en la cocina, pero le comenzaba a crecer un pequeño retoñito. -De aquí soy- pensé, -Si ésta cosa puede crecer sin tierra ni agua en la cocina, me cae que yo lo puedo hacer crecer- Total, lo llevé a una de las macetas grandes del patio (pa' que no le falte espacio) y proseguí al ya clásico: haz el hoyito, mete el ajito, tapalo con tierra, échale agüita cuando la tierra se seque... Pasaron tres días y creí que mi maldición volvía, el retoñito se puso amarillo y blando. Mi actitud era más de resignación que de ira o enojo, así que lo dejé ahí, a que se pudriera tranquilo. Resulta que una semana después, el tallito se había secado, pero en su lugar había dos nuevos hermosos tallitos casi del mismo tamaño.
Ya sé que hice trampa, que el retoñito ya había salido cuando lo planté, pero ése retoñito a parecer, murió con mi mano, y los dos nuevos me los puedo adjudicar yo.
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