Yo tendría alrededor de 5 años y estaba solo en la casa que mis padres rentaban allá en la colonia Salvador Díaz Mirón, cerca del metro Martín Carrera. La puerta metálica de color crema "aseguraba" que yo no saliera al patio de la pequeña vecindad, cosa que a mi ahora me parece ridículo, pues quizá corría más peligro encerrado en la casa con llave que con la posibilidad de salir al patio con los vecinos.
El caso es que encontré un alfiler en el piso de la sala, algún descuido de mi madre en extremo cuidadosa con la limpieza, así que hice lo más natural para un niño con una madre así: lo levanté para ponerlo en su lugar; en la puerta de la sala, se me cayó el alfiler de las manos y yo pude escuchar su golpeteo en el piso.
¡Pude escuchar un alfiler cuando caía al piso!
En este momento tu rostro debe tener una expresión de "¿De qué diablos está hablando este wey?" o de "Lo perdimos".
Pero ésa reacción es lo que establece mi punto, cuando eres niño, tienes una increíble capacidad de asombro, descubres tu mundo a cada paso y las cosas más triviales te parecen sorprendentes. El mundo es maravilloso y cada logro es una hazaña. Y luego crecemos y lo olvidamos.
Hoy puedes ver a los padres cuando los hijos los llaman para mostrarles un insectito, una ramita o un pedacito de papel de color extraño que encontraron y la respuesta del papá suele ser un "ah si hijo, ya lo vi". ¿Qué nos pasó? Muchas personas se inventan mundos maravillosos lejanos al nuestro sin darse cuenta de lo increíble que es el propio, y de como, muchas veces, la realidad supera la más impresionante de sus fantasías.
Tuve una pareja que me criticaba el que me pusiera a juguetear con niños de 10 y 12, tuve otra que jamás entendió porqué me llevaba tan bien con su hermanita de 9. Los niños y yo, solemos entendernos bastante bien. Me ayudan a redescubrir mi mundo, y suelen tener perspectivas veraderamente sabias. Por otro lado, en mi encuentran a un adulto que no está acostumbrado a minimizar sus descubrimientos y que trata de entender qué significado tiene la piedrita o la liga rota que lleva en el bolsillo para él.
Dicen que los filósofos son adultos que no han perdido la capacidad de asombro que tenemos cuando niños.
ResponderEliminarMmm... mmm... ¿Qué te digo?
ResponderEliminarLa perspectiva entre ser padre y ser compañero de juego, bromas y sorpresas, no es ni será la misma, pues la responsabilidad del primero cambia el panorama... Por eso los padres "nuca" podremo ser los mejores amig@s de nuestros hijos... quien continue sosteniendo esa teroria bien no es padre o la responsabilidad le pesa tanto que lo lleva a comportarse al nivel de su hijo, evadiendo y justificando sus acciones por medio de la "pseudo amistad" con su vastago.